Beatificación

 

 

Personas, que se distinguieron por su vida virtuosa y llena de Dios, son veneradas desde los comienzos de la Iglesia como destacados testigos de la fe cristiana, como santos. Los comienzos de la veneración de los santos están en estrecha dependencia con la veneración de los primeros mártires. En el siglo IV experimentó el concepto de mártir una ampliación del contenido, de manera que un candidato podía alcanzar los méritos del martirio no sólo por persecución y muerte sino también por la prática heróica de las virtudes – y sobre todo si su santidad se confirma después de la muerte por señales extraordinarias ó milagros.

 

Para protegerse de un crecimiento desordenado en la devoción, se ha desarrollado con el correr del tiempo un ordenado proceso de prueba y permiso según el derecho canónico, según el cual han sido objetivados criterios claros para la veneración de un santo.

 

Conforme con él se prueba primeramente en un proceso de beatificación, en segunda etapa en un proceso de santificación, si el candidato cumple las condiciones para la beatificación, respectativamente para la santificación. Después de la aprobación es admitido el candidato por la solemne aprobación papal en el círculo de los beatos ó santos.

 

El proceso de beatificación es invocado por un proceso diocesano, en el que se recoge el legado completo sobre el candidato, su estilo de vida y sus virtudes heróicas. Se comprueba todo ello y se fija la fama de santidad y las signos milagrosos que hayan tenido lugar. Además hay que demostrar la veneración del candidato. Responsable para la incoación y realizacíon del proceso diocesano es el obispo en cuyo territorio murió la persona en cuestión. Todo el material con la solicitud para la beatificación es comprobado en Roma en un proceso de canonización, para finalmente presentar al Papa un juicio con respeto al candidato. (véase Schulz, pág. 49 ss.)

 

Teresa Neumann convenció a numerosas personas de diferentes confesiones y pueblos por su virtuoso estilo de vida y su deseo de servir a Dios en todo. Incluso después de su muerte perdura la veneración de su persona. Muchos intentan informarse por periódicos u otras publicaciones o literatura sobre su carácter, sus mensajes y su herencia espiritual. Numerosos fieles visitan su tumba y se dirigen en sus deseos a ella con la petición de intervenir ante Dios.

 

Teniendo en cuenta sus virtudes, su estar llena de Dios asi como los muchos milagros, que tuvieron lugar durante su vida y después de su muerte, expresaron miles de personas su deseo de que la Iglesia autorice y declare su santidad. Después de que la autoridad competente de la Iglesia católica, la conferencia episcopal de Baviera recomendara la incoación de la causa y la Congregación romana para los procesos de beatificación y canonización impartiera el “Nihil obstat”, el Obispo de Ratisbona Dr. Müller dió a conocer el 13.02.2005 en Konnersreuth la apertura del proceso de beatificación. Explicó que pidiera a todos que peregrinan a la tumba de la sirviente de Dios, Teresa Neumann, muchas gracias y el consuelo del Espíritu Santo

 

 

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